Ainss Raúl…Hoy cumplirías 25 años. Un cuarto de siglo. Y aunque la vida nos privó de verte crecer hasta este día, tu presencia sigue intacta en mi corazón y en el de todos los que tuvimos la suerte de conocerte.
Recuerdo la primera vez que te vi. Había algo especial en ti, algo que iba más allá de las palabras, porque aunque nunca usaste la voz para hablar, no te hacía falta. Tu mirada, tus gestos, tu risa silenciosa decían más que cualquier discurso. Tenías una forma única de comunicarte con el mundo, de hacerte entender, de hacernos sentir. Y vaya si lo lograbas.
Pasé un año contigo, pero el tiempo es relativo cuando alguien deja huella. En cada día compartido, en cada pequeño logro, en cada desafío superado, aprendí a ver el mundo desde otra perspectiva. Aprendí a escuchar de una forma diferente, a entender que las palabras no siempre son necesarias para construir un vínculo, para transmitir amor.
Recuerdo cuando te emocionabas con la música, cómo tu cuerpo reaccionaba a cada nota, cómo tus ojos brillaban cuando escuchabas ese sonido que tanto te gustaba. Recuerdo la forma en la que buscabas contacto, la manera en que nos hacías saber cuándo estabas feliz, cuando algo te molestaba, cuando solo querías que alguien estuviera ahí, a tu lado. Recuerdo nuestras rutinas, nuestros gestos compartidos, esos pequeños momentos que para cualquiera podrían haber sido insignificantes, pero que para mí significaban el mundo.
No siempre fue fácil. Hubo días de frustración, de cansancio, de miradas que pedían más de lo que las circunstancias permitían. Pero incluso en esos momentos, tu luz nunca se apagaba. Eras fuerte, valiente, un luchador en un cuerpo que a veces no respondía como tú querías, pero que no impedía que fueras quien eras: un niño maravilloso, lleno de amor, lleno de vida.
Hoy me gusta imaginar que, en algún rincón del universo, eres completamente libre. Que corres sin límites, que ríes con sonido, que abrazas sin esfuerzo. Me gusta pensar que, donde sea que estés, sigues comunicándote de la misma forma especial, con una energía que no necesita palabras, porque simplemente se siente.
Raúl, gracias. Gracias por enseñarme que el amor verdadero no necesita voz, que la conexión más profunda no siempre pasa por las palabras. Gracias por permitirme ser parte de tu vida, por dejarme aprender de ti, por demostrarme que la felicidad se encuentra en los detalles más simples.
Hoy, en tu cumpleaños, no te lloro, te celebro. Porque fuiste, eres y seguirás siendo un alma hermosa que transformó la vida de quienes tuvimos la suerte de conocerte.
Feliz cumpleaños, mi querido Raúl. Siempre en mi corazón.
Con todo mi cariño,
Marta
Deja una respuesta